Gran Caracas (Caracas, Vargas y Miranda)
Existen reuniones documentadas del anecdotario venezolano hechas por cronistas, historiadores, escritores y músicos. Hay amplias investigaciones, estudiosos dedicados su transmisión y resguardo. Aquí, hemos contado con algunas de esas referencias y en el pie de página de este artículo se las regalamos pero, en esta ocasión, hemos decidido, quedarnos al centro entre lo certificado y aceptado y la sabrosa superstición urbana y contemporánea. Queremos hablar desde la experiencia personal y la generalización porque en el uso popular de nuestra tradición oral folklórica y en nuestras historias de terror urbano, poco importa la comprobación científica de la información que sustenta el cuento, solo si ha quedado en el imaginario popular de una u otra ciudad.
Nuestro cuentos de terror reúnen un anecdotario que nos refleja, nos caracteriza y define la personalidad de cada región, sus creencias y valores, el reconocimiento de su entorno geográfico, el orden político y social de sus pobladores. El imaginario es infinito y leyendas antiguas no pierden poder con los cambios generacionales ni la modernidad. Nosotros cambiamos el espanto pero no el susto. Seguimos siendo personajes supersticiosos, desconfiados, pero cercanos a lo desconocido. Nos gusta y nos interesa, aunque sea el cuento. Somos esos que se preguntan internamente con fe o superioridad moral por qué en las películas yanquis la víctima no reza ni invoca un santo cuando se le lanza el espectro demoníaco a llevarse su alma. Es evidentemente, lo que haría la mayoría.
Es muy posible que cada quien tenga su propia colección personal de anécdotas paranormales. No importa si son propias o ajenas, algo que le pasó al amigo de un amigo. Siempre ha sido un buen tema, por interminable, en las madrugadas de tragos. Sea creyente o no, la superstición local nos acerca a todos a las historias locales de muertos, fantasmas y eventos paranormales. Como si de terrores no tuviésemos suficientes, el venezolano se entretiene sumando sustos.
El presente es una reunión de una serie de mitos y leyendas urbanas de varias ciudades de Venezuela. No he tenido la intención de verificar el origen "certificado" de esta información y me mantengo más interesada por respetar la decisión local de creer lo que se ha decidido tomar como cierto o posible; fijándome, eso sí, en la repetición y coincidencia de las historias para darles peso dentro del imaginario regional. Así mismo, se evitan acá a las estrellas de nuestro terror: El Silbón, La Bola de Fuego, el perro del Diablo, La Sayona, La Llorona, no serán resumidos aquí; así sí, aquellas historias de data reciente o aquellas que son poco populares en el resto del país pero poderosas dentro del espacio geográfico donde se desarrollan.
Fantasmas en El Metro de Caracas: La Niña Flotante, la Paciente Diabólica, El Duende, El Eco, la Novia de los dientes, el Mecánico de los Trenes, y El Extraviado: Además de La Niña Flotante, en Colegio de Ingenieros, la cual es el ánima de una mujer joven a quien no se le ven los pies; sumamos La Paciente Diabólica, en Petare, que vestida de bata blanca y con una vía en el brazo, solo es vista por los trabajadores en sus áreas de descanso. Una niña sin rostro abre y cierra el grifo del lavamanos en la sala de primeros auxilios de la estación de Chacaito. Y, en la Rinconada, la visión es la de un duende que simula ser un niño e intenta interactuar con los trabajadores quienes deben fingir tragarse el engaño para que el duende desaparezca. Otro fantasma popular es El Pasajero Extraviado ya que deambula por diferentes estaciones cuando ya están cerradas . La Novia de los Dientes, en la estación Colegio de Ingenieros, no es que sea una versión de La Dientona sino una mujer que en su vida carnal tenía como profesión la odontología. Supuestamente, fue plantada el día de su boda y se suicidó lanzándose a las vías. El fantasma del mecánico, aparece a los trabajadores novatos de la estación Propatria, llamándolos a los patios y talleres donde resguardan las unidades y vagones que no están operativos, donde además se registran encendidos de luces y movimientos inexplicables en las unidades. El Eco, desligado de anécdotas fantasmagóricas, es solo ruido de trabajos de obra inexistente reproducido en los túneles. Estas apariciones o eventos parecen inofensivas para el usuario común porque los trabajadores cuentan que generalmente ocurren en las estaciones cerradas. Se lo atribuyen a los suicidios ocurridos en el subterráneo y destacan la estación de Colegio de Ingenieros como aquella donde se registran más apariciones.
Fantasma de El Chorrito: Una mujer vestida de negro se desvanece en la nada en Caricuao, tomando el autobús y desapareciendo metros antes de llegar a la quebrada conocida coloquialmente como El Chorrito. Décadas atrás, los operadores de los autobuses de la compañía Antimano C.A. (unidades conocidas por los lugareños como “Burros”) narraban sus experiencias con la mujer que hacia la parada sin que el chófer detuviese la unidad.
Leyenda de la Plaza de La Misericordia (Parque Carabobo): Contaba el desaparecido y apreciado Oscar Yanes que el espanto que le competía al Enano de La Catedral, era “el hombre de la cachuchita” en la plaza hoy conocida como Parque Carabobo. Aparecido a partir de las 12 de la medianoche, tenía las manos en los bolsillos del pantalón y se acercaba silbando. Torturaba durante una hora a su víctima ya que al verlo e intentar huir, parte del encanto del fantasma consistía en desaparecer las puertas de las rejas de bordeaban la plaza, haciendo imposible su escape. Durante la persecución, algunos pobres audaces se defecaron encima logrando escapar luego del terrorífico sujeto.
El espanto del pato y la mujer que barre la calle, en El Pedregal: Los tejados del callejón Poleo, son sobrevolados por lo que pareciera un pato. Dicen los pobladores que si golpeas al pato negro, al día siguiente el vecino que ande en artes oscuras, se verá golpeado. Aunque nadie ha logrado darle la paliza al pato, la leyenda también se asocia a una bruja que merodea por los aires en la misma zona. También en El Pedregal, en su avenida principal y justo frente a la escuelita Pola, una mujer barre la calle de esquina a esquina y luego desaparece en la fachada de la escuela. Su aparición es anunciada por el movimiento de las hojas de un árbol, aún sin presencia de brisa. La han visto más hombres que mujeres y su leyenda está tan arraigada que se señala su mala suerte como causante de accidentes de tránsito en la zona. Para librarse del espíritu, la comunidad celebró una misa en la calle y el padre de la Iglesia Don Bosco, echó agua bendita y bendiciones, pidiendo por su descanso.
La Cabina Guindada: El Teleférico Fantasma, ubicado en Vargas y en desuso desde 1977, le debe una explicación a habitantes de San José de Galipán. Cerca de la estación Loma de Caballo apareció, en 2003, una cabina colgada de una guaya que supuestamente nunca antes había estado en esa ubicación. A pesar del tiempo transcurrido, los visitantes podrán observar la vieja cabina aún atascada que viajó hasta allí misteriosamente.
La Galería Nº 39, en El Hatillo: Cuáles son los espectros, fantasmas, apariciones o eventos paranormales que se reúnen en la Galería número treinta y nueve, no se detallan en ningún espacio pero los pobladores aseguran que los espíritus no desean que la casa sea habitada y por ello, los negocios que se establecen allí duran poco tiempo.
El muerto de la Curva del Cinco: Quienes transitan vía Caucagua, a 5 kilómetros de su destino, temen encontrarse con el fantasma que se manifiesta en medio de la noche, colgado de un árbol de guayabo. De allí, se lanza al medio de la carretera con las tripas afuera haciendo que las personas huyan de él. La leyenda trasciende a otra anécdota en la cual el muerto llega a meterse en el maletero del conductor impidiendo, por su peso sobrenatural, que el vehículo avance a mayor velocidad y alargando así la tortura para los vivos.
Leyenda de La loca de la Iglesia: A esta mujer que perdió la razón porque su novio, conocido como Bitico, la dejó plantada en el altar el día de su boda, dicen los pobladores que todavía la ven. Cuentan que enloquecida por el despecho vagó en vida por las calles de Ocumare y carreteras aledañas. Quienes cuentan que aún se ve su espíritu, dicen que pueden bromear con el fantasma a costa de su dolor. Si le dices “Bitico no te quiere”, el alma en pena comienza a llorar y gritar.
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